miércoles, 4 de febrero de 2015

En febrero: LA PIEL DEL CIELO, Elena Poniatowska

La piel del cielo es la historia de un hombre que busca en las posibilidades de la ciencia la explicación del mundo. El protagonista tiene un afán de saber insaciable, el cual está planteado desde la primera frase del libro, desde el momento en que el protagonista, Lorenzo -en su etapa infantil- , cuestiona: “Mamá, ¿allá atrás se acaba el mundo?” Esa curiosidad del pequeño es la primera anotación de la novela donde se hace referencia a la curiosidad científica, esa curiosidad por la comprobación del mundo, y de los hechos y fenómenos que ocurren en él.

 A lo largo del camino que sigue este personaje, la voz reflexiva de la autora, va mostrando la inevitable confrontación en dos verdades; una científica, medible y comprobable, y otra intuitiva, que se vive y se siente, pero que no se puede demostrar. En un pasaje, por ejemplo, el narrador dice: “En sus caminatas, Lorenzo había descubierto el poder de las montañas sobre los habitantes; eran dios y diosa a los que les levantan altares, copal y pulque (...) para que no corrieran los rías de lava, llevándose casas y sembradíos”. Y en otro párrafo agrega: “Los fenómenos naturales eran parte de su vida, como el maíz, el frijol, el crecimiento de sus hijos. Los volcanes eran esposos, caminaban de la mano, nacían de las aguas, se sentaban a tardear, se peleaban, reconciliaban y dormían abrazados. Su presencia definía la vida de los habitantes del pueblo”. Estas certezas de los campesinos, tan ingenuas a los ojos de la ciencia, servían, sin embargo, para aliviar temporalmente la angustia que sentía Lorenzo ante la inmensidad de ese misteriosos universo en expansión, que trataba tenazmente de comprender.

Elena Poniatowska en La piel del cielo muestra a los científicos y en especial a los astrónomos como seres humanos, no como el estereotipo del científico que existe aún: frío, insensible, interesado sólo en sus experimentos y estudios, y desconectado de la realidad.